Aproximadamente treinta minutos antes de que comience la representación, se abren las puertas
del teatro para recibir, como unos brazos abiertos, a los que esperamos ansiosos a la entrada. Entre murmullos de conversaciones y ruido de pasos, un
río de gente va fluyendo hacia el interior del esplendoroso edificio. Dos ujieres galanamente uniformados se encargan de comprobar las entradas y de dar paso, cortésmente, al público.
El vestíbulo está iluminado por un mar de luces que se desprenden de las majestuosas lámparas que hay por todas partes. En seguida, la vista se queda atrapada en la impresionante escalera del fondo que, flanqueada en su arranque por dos bellas esculturas, serpentea hacia las estancias superiores; su balaustrada forma unos dibujos tan delicados que parecen bordados en la propia piedra... Un tenue perfume de azahar flota en el ambiente.
Por aquellos pasillos que parecen salidos de un palacio de cuento, los pies se hunden en una espesa alfombra roja. Da la sensación de que el tiempo se ha quedado atrapado entre esos muros. Es aquí: "Palco número 18". Entremos.
El vestíbulo está iluminado por un mar de luces que se desprenden de las majestuosas lámparas que hay por todas partes. En seguida, la vista se queda atrapada en la impresionante escalera del fondo que, flanqueada en su arranque por dos bellas esculturas, serpentea hacia las estancias superiores; su balaustrada forma unos dibujos tan delicados que parecen bordados en la propia piedra... Un tenue perfume de azahar flota en el ambiente.
Por aquellos pasillos que parecen salidos de un palacio de cuento, los pies se hunden en una espesa alfombra roja. Da la sensación de que el tiempo se ha quedado atrapado entre esos muros. Es aquí: "Palco número 18". Entremos.
El inefable perfume de azahar es ahora mucho más intenso... parece que se
desprende de cada rincón del pequeño habitáculo. Acomodémonos. Desde un cuadro que cuelga de la pared de la derecha, una dama de otra época mira con ojos melancólicos... algún día contaré su historia.
Poco a poco, los espectadores van ocupando sus asientos. El teatro está ya casi lleno a rebosar.
Desde los pisos superiores, asoman cabezas que tratan de abarcar este cielo
lleno de estrellas que es la sala en estos momentos. Hacia la mitad del patio de butacas, un hombre se sienta con cara de
infinito aburrimiento, mientras la mujer que le acompaña clava en él unos ojos inequívocamente amenazadores. Dos filas más atrás, una pareja ya entrada en años no
para de mirar a su alrededor, con aire de niños asombrados y felices. Dichosos aquellos que, a pesar del paso de los años, conservan la ilusión que tuvieron en
la infancia...
Era yo aún una niña cuando, desde este mismo lugar, vi por primera vez la ópera que despertó mis sentidos a un mundo maravilloso... Fue tan grande la emoción que llegué a sentir aquella tarde, que lloré y lloré, sin poder contenerme... A mi lado mi abuela, con una beatífica sonrisa dibujada en su rostro, me decía sin palabras que comprendía y compartía lo que yo sentía en aquellos momentos. Hoy, de nuevo, igual que aquella tarde, Violetta Valéry (o Marguerite Gautier, o Marie Duplessis, como prefiráis) volverá a la vida para cumplir, una vez más, el injusto destino que para ella escribiera una sociedad hipócrita y cicatera. Recordarla quizá pague, siquiera sea un poco, la deuda que esa sociedad contrajo con ella.
Era yo aún una niña cuando, desde este mismo lugar, vi por primera vez la ópera que despertó mis sentidos a un mundo maravilloso... Fue tan grande la emoción que llegué a sentir aquella tarde, que lloré y lloré, sin poder contenerme... A mi lado mi abuela, con una beatífica sonrisa dibujada en su rostro, me decía sin palabras que comprendía y compartía lo que yo sentía en aquellos momentos. Hoy, de nuevo, igual que aquella tarde, Violetta Valéry (o Marguerite Gautier, o Marie Duplessis, como prefiráis) volverá a la vida para cumplir, una vez más, el injusto destino que para ella escribiera una sociedad hipócrita y cicatera. Recordarla quizá pague, siquiera sea un poco, la deuda que esa sociedad contrajo con ella.
Los instrumentos de la orquesta, en manos de sus ejecutantes, afinan sus voces, y el murmullo ininteligible de las conversaciones se extiende por el aire como una nube. Poco a poco, la luz se va haciendo más tenue... El silencio se va posando, lentamente, sobre todo y sobre todos... Arropado por un gran aplauso de bienvenida, el director cruza, ágil, el
foso de la orquesta y sube a su atril. Desde allí, estrecha la mano del primer
violín, hace un gesto para que todos los músicos se pongan en pie y, con ellos,
girado hacia el público, agradece con una sonrisa y una reverencia la calurosa
acogida. Por fin, se coloca de cara al escenario y, batuta en mano, se
dispone a hacer que suenen las primeras notas...
Y aún no ha sonado el Preludio. Esperando agradecido por la invitación a este palco en el que disfrutaremos mucho. Abrazo caluroso y pasión compartida
ResponderEliminarQuerido amigo, te leo y me llena una profunda emoción. Gracias infinitas por venir a este palco que es tuyo, de todos vosotros. Un gran beso.
ResponderEliminarGracias por la invitación y enhorabuena por el estreno. Por lo que voy viendo, este sitio está para quedarse mucho, mucho tiempo.
ResponderEliminar¡GLORIA!
Gracias, a ti, José Florentino, por tus bellas palabras y por venir a este palco en el que estaré inmensamente feliz de que te quedes, de que todos os quedéis mucho tiempo. Un abrazo enorme.
ResponderEliminarSin prisa estando alerta, el último escalón se alcanza, entregando, la mágica visión del escenario y sus detalles; se aquieta el murmullo, suenan faldas y un suspiro, exhalado lentamente se pierde entre multitud y penumbra. Se escucha la obertura, La traviata inicia y el dolor con ella.
ResponderEliminarMaravillosa visión de un escenario virtual, imaginado con lujo de detalles. Gracias por este maravilloso espacio.
Sin prisa estando alerta, el último escalón se alcanza, entregando, la mágica visión del escenario y sus detalles; se aquieta el murmullo, suenan faldas y un suspiro, exhalado lentamente se pierde entre multitud y penumbra. Se escucha la obertura, La traviata inicia y el dolor con ella.
ResponderEliminarMaravillosa visión de un escenario virtual, imaginado con lujo de detalles. Gracias por este maravilloso espacio.